Esa tarde era como otras en las que no tengo nada urgente que hacer. Tenía en mi libreta anotadas un montón de cosas pendientes. Podría haberme puesto con ellas. Y no me moví de la silla. Seguí mirando las redes, salté de una a otra como mono de rama en rama. Al final no sabía cómo había llegado hasta ese video corto de una mujer que salva a su hija del ataque tobillero de un mapache. Si me preguntan qué tal he pasado la tarde, no sabría tampoco resumir esa secuencia de saltos, empantallada como estaba.
"¿Estoy procrastinando, o simplemente dejándo las tareas para más adelante?
" me pregunto dos horas más tarde.
Tal vez con un café me sienta más clara. Y en esas, llama alguien al teléfono, me pregunta cómo estoy, y le doy la respuesta de la geolocalización: "Pues aquí", deseando que no indague más. Lo peor viene cuando esa persona me habla animada sobre sus avances, lo que ha conseguido ya, y además lo que quiere hacer, incluso a medio y largo plazo en su vida. La veo tan resuelta, sueño con algunas de esas cosas que ella ha conseguido alcanzar. Pienso "¿será tan fácil y soy yo, que no sé ver cómo se hace?, ¿Qué me falta para ser como ella? . Sigo clavada en la silla.
Por pequeños que sean, nuestros deseos pinchan y dan la matraca, para eso son deseos. Se dejan ver a través de lo que los demás nos cuentan sobre sus vidas. Los deseos quieren ser realidad, en lo posible.
La llamada termina, y vuelvo a estar sola, y quieta. Pienso en todo lo que no hago en comparación con mi amiga, y entonces siento mi cuerpo inquieto, y cómo unas ataduras me sujetan los brazos, las piernas, la boca. Algo me impide saltar de la silla. Mi pensamiento sin embargo vuela hacia lo que podría estar haciendo: "Baja a comprar", "mira cuando era la cita del médico ", "ahora podrías leer y concentrarte, avanzar en ese trabajo que tienes pendiente". Y mi cuerpo sigue quieto, aquí.
¿Lo has sentido alguna vez? Muchos vivimos con esas ataduras. Esta sensación de no poder mover un dedo para avanzar, para hacer, ir a por lo que quiero, ¿la has sentido?
Si nos hacemos las preguntas adecuadas podríamos entender este fenómeno, este quedarnos congelados. Las preguntas que hice en la historia de más arriba no sirven, por eso las he subrayado. Y no sirven porque se basan en la comparación con alguien distinto a ti, con una historia y experiencias diferentes a las tuyas, y por eso no sería justo que te comparases, te harás daño. Creerás que eres un ser "defectuoso".
Sirve que observes cuándo sientes estas ataduras y te preguntes cosas como estas:
- ¿Cuál era el deseo o la cosa que justamente ahora me ha dejado paralizada? ¿En qué estaba pensando?
- ¿Cómo me siento en este momento? Asustada, abrumada, insegura...
- ¿De qué me resguardo cuando me quedo tan quieta ante lo desconocido, ante mis deseos? del fracaso? de la burla? de saber realmente si es eso lo que quiero?
- ¿Qué cosas temo normalmente enfrentar y siempre las paso a otro momento futuro?
- ¿Pienso de mí cosas como "no puedes", "eso no es para ti"? Dónde y cuándo fue las primeras veces que recuerdas que pensases así de ti? ¿Con quién te empezaste a sentir así?
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